miércoles, 5 de diciembre de 2018

Gatos negros



Así llamaba mi padre a los curas y les tenía tirria y miedo a los hombres con sotana, como así también se lo tenía a los gatos de ese mismo color fúnebre y misterioso. Quien le iba a decir que su hijo se metería  a estudiar de cura, pero por suerte para él y desgracia para mi madre, desistió después de una fuerte crisis de fe que le llevó a dejar el Seminario y continuar sus estudios en la Universidad. Libre de esa atadura, no he dejado de mantener contacto con mis profesores y prefectos del Seminario, con los que he mantenido una buena relación, a pesar de mi apostasía posterior, desde aquella crisis juvenil, reforzada con el paso del tiempo hacia
una posición atea, muy crítica y laica, con la Iglesia Católica y demás religiones del signo que fueran.


Pero lo que más quiero destacar con esta entrada es el fuerte vínculo que sigo manteniendo con mis compañeros de aventura, de aquellos años infantiles y juveniles, que después de algo más de 50 años sigo manteniendo con muchos de ellos. Hacía tiempo que no nos veíamos y, en esta ocasión, contactando con muchos de ellos acordamos vernos en Finca Mayo, en fraternal ágape, para recordar los viejos tiempos que, como expresaba Cicerón en su primera Catalinaria "O tempora, o mores", nos retrotrae de forma jocosa, a las vez que nostálgica, a las experiencias vividas en el Seminario de Tafira Baja: profesores, latín, griego, filosofía, genialidades, paseos largos, teatro forum, procesiones, fútbol, rezos, preceptiva literaria, etc. recorren nuestra memoria en la que sigue ocupando un lugar preferente el recuerdo de los compañeros y profesores fallecidos.

A Finca Mayo o se viene a trabajar o a pasar una grata velada con la
familia y amigos, en torno a una mesa y mantel.  Para la ocasión, preparé unas viandas que gustaron y todos nos quedamos  más que satisfechos. El menú consistió en unos entrantes variados de queso y aceitunas del país, chorizo de Teror, paté de Mano de Hierro, empanada gallega del amigo Vilas  y una quiche de setas y jamón ibérico.

 Como plato principal preparé una fideuá a base de calamares saharianos, langostinos y corvinato fresco. De postre un tiramisú que quedó muy rico y en un santiamén desapareció.

Vino blanco y tinto del Frontón de Oro de San Mateo, mistela de Finca Mayo y un Chivas Cardhu del amigo Seijas acompañó, entre recuerdos juveniles, esta velada de amigos y, además, jubilados. 


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