sábado, 4 de mayo de 2013

Senderismo: Caldera de los Marteles - el Rincón de Tenteniguada

Como siempre, nuestro punto de encuentro para el inicio de esta caminata fue la Vega de San Mateo. Antes de la salida, programada para las 9:00 horas, el personal se dispersó por el pueblo, unos al mercadillo y otros a  desayunar en los bares de la zona o a proveerse de bocadillos en la tiendita de la Calle del Agua.Subimos en taxi hasta la Caldera de los Marteles. Se denomina caldera a una depresión, normalmente circular, de origen volcánico y de tipo explosivo, aunque también pueden ser de origen erosivo. El carácter explosivo se genera por el contacto en su salida al exterior del magma con acuíferos localizados en su trayectoria. La de Los Marteles es de este tipo, al igual que la de de Bandama y Pinos de Gáldar, todas ellas ubicadas en Gran Canaria. La Caldera de Taburiente, la mayor de todas, situada en la isla de La Palma tiene su origen el la rotura de una de las paredes orientadas al oeste con pérdida magmática masiva, vertida al bararnco de las Angustias.

Como se puede observar en la foto estas depresiones son aprovechadas para cultivos, normalmente de cereales y también de vid. El inicio del recorrido hacia los Roques nos sitúan a 1.530 metros de altitud. Es esta una bajada de pendientes suaves, y lo que primero nos llama la atención en este tramo es la existencia de viejos cerezos, en esta época con floración ya muy avanzada y algún que otro incipiente fruto. Antes de llegar a las espaldas de los roques (Grande y Chico), el sendero se llena de la floresta multicolor de cerrajas, morgallanas, margaritas, gamonas, cañalejas y, sobretodo, del emblemático tajinaste azul.


El mar de nubes, formado por la humedad de los Alisios que definen la cara frontal de la isla, nos eleva de plano y nos da la sensación de que estamos flotando en un espacio hueco, como lo hacen los aguiluchos aporovechano las corrientes de aire caliente.


Continuamos el sendero para colocarnos  a la espalda del Roque Grande, estructura fonolítica que se alinea con los otros roques (Chico, del Pino y Saucillo) de esta cara frontal que abarcan los municipios de Valsequillo y San Mateo.

Antes de bajar, bordeando la cara este del Roque Grande, nos acercamos a la base sur del mismo e intentamos escalarlo, pero la prudencia nos obligó a desistir para alivio de la gente sensata. En este tramo a algunos nos picó, no sabemos si una avispa o el roce de los ocultos ortigones que nos señalaron con sus urticantes y dolorosos pelos de sus hojas. Lo cierto fué que soportamos el dolor urticante más de 24 horas.  Abandonamos el roque, y a la derecha, según bajábamos nos situamos en paralelo en altitud con los Alfaques, sendero que también parte de la Caldera y que discurre, casi en paralelo, con el de los roques.


Llegados al ecuador de la jornada buscamos la sombra de los pinos, descansamos unos minutos y tomamos un pequeño refrigerio. En este punto nos encontramos con grupos que nos cogieron la delantera y otros que hacían el camino a la inversa. Poco nos faltaba para llegar al núcleo habitado del Rincón, nuestro destino. Muchos huertos familiares, con hortalizas y los frutales de temporada: nísperos, cerezos y las incipientes ciruelas. Este pago es el único, al menos en Gran Canaria Canaria que celebra la fiesta de la cereza en la primera quincena de julio. También me han comentado que su microclima favorece, con diferencia, la plantación y desarrollo de este apreciado fruto. Reconozco que es una de mis frutas preferidas, tanto para la respostería como para acompañarlo, con la verde aceituna, en los martinis de media mañana. A la hora prevista, al fresco de la plaza del Rincón, nos premiamos con los ricos bocadillos y frutos secos, cariñosamente colocados en nuestras mochilas. Este momento, normalmente viene presidido y disfrutado por la camaradería de los amigos que perseveramos  en nuestro anhelo de ser y actuar como la naturaleza nos va marcando en nuestras vidas.

 

jueves, 2 de mayo de 2013

MATER AMATISIMA

Desde el día 13 de diciembre de 2012, fecha del fallecimiento de mi MADRE estoy por dedicarle algunas palabras de agradecimiento y de homenaje a una mujer abnegada, posiblemente también sufrida, aunque ella lo disimulara, como muchas de las mujeres-madre de su generación. Renunció a una vida independiente y a otras oportunidades para ligar su destino a quien fuera su marido y el padre de sus cuatro hijos. Muchas veces sola, esperando la llegada del barco de la Trasmediterránea, avistándolo desde la azotea de casa, oteando el horizonte por el este,  y dándonos prisa para acercarnos al muelle de La Luz a recibir a mi padre, marino mercante desde que hiciera su servicio militar en el buque-escuela Juan Sebastián El Cano. Ella nos educó, nos amparó, nos protegió, nos transmitió los valores de la familia, del trabajo y de la crianza, como ella lo había hecho, de nuestros hijos.Vivió las carencias de la guerra civil y aprendió a vivir estrictamente con lo necesario. Ejerció de abuela, venerable y amorosa con todos sus nietos, y les expresó sin reservas el amor que sentía por ellos. Buena cocinera, de ella son muchos de los platos y postres que se recogen en este blog. En la última estapa de su vida, sosegada muy a su pesar, se abandonó al cuidado de sus hijos. Aceptaba todo, no exigía nada y su preocupación era el ocuparnos de su cuidado. Así transcurrieron los últimos años de su vida. Aunque mantuvo intacto la identificación de su hijos, nietos, sobrinos y otros familiares, no así con el espacio y tiempo que la rodeaba. Ingresó en el hospital por una neumonía y ése fue el principio de su final vital que duró apenas tres meses. Falleció en su casa, serena, sin apenas darnos cuenta, en compañía de su hija menor, el ángel que más intensamente la veló en la última etapa de su vida. Sin que ella lo supiera me despedí de ella, en silencio, en el hospital en un empeoramiento de la neumonía que se resistía a dejarla. Le dije que la quería y que me perdonara por no demostrarle el cariño que ella demandaba. Me avisaron al trabajo del agravamiento de su estado y cuando llegué, todavía con el calor tierno y dulce de la buena madre, ya había fallecido. Me despedí de ella, por segunda vez, en la estancia fría del tanatorio,  fuera del alcance de la mirada de la visitas que empezaban a llegar. No le dije nada, no hacía falta, cerré mis ojos y me abandoné a la nada, a su soledad, a mis recuerdos de niño, cogido  de su mano, feliz y seguro. Sirva este post y la rosa de Finca Mayo que lo cierra, como homenaje y reconocimiento a su memoria, a la buena madre y abuela que fué.
Ahora comparte estancia con el marino del que se enamoró, mi padre, con el que ha sellado el mar para su último puerto.