domingo, 19 de mayo de 2013

Recetario de amigos: Arroz caldoso con bogavante


Fué una velada sencilla, de gente conocida y cercana, llena de anécdotas y enriquecida con la presencia de otros invitados que conocimos en la casa de mi amigo Paco en el Palmar de Teror. Nosotros fuimos los últimos en llegar, y me sorprendió el aperitivo que nos esperaba: montaditos de chorizo de Teror, con miel y gratinados al horno. El plato principal escogido fue un arroz caldoso con bogavante, acompañado vino tinto de la comarca aragonesa de Calatayud y la riojana de la bodega de Alcorta. Yo me comprometí con el postre, una tarte de café que aprendí de mi madre, que la gente suele confundir con tiramisú. Terminamos con el café, un licor de caramelo y un vino dulce de Santa Brígida que nos deleitó la tarde y que nos dió paso a compartir visita a un querido vecino de mi amigo.

Don Francisco y su esposa nos abrieron su casa, precioso conjunto en piedra, de estilo canario, buenas maderas, patios y  balconada, integrada en la huerta, plantada con lo necesario para el día: papas, millo, verduras, hortalizas, y las aromáticas que inundan de olores el lugar, dándole ese punto campestre a todas las estancias del conjunto.

Con Don Francisco hablamos de sus años en las jardineras guaguas, de sus hijos y nietos, de folklore, de agricultura y de los muchos personajes ilustres que han pasado por su casa del Palmar a compartir mesa y música popular.  Me llamó la tención la intervención de su padre, como maestro de obras, en la construcción, a principioos del siglo XX, del monasterio de las Monjas Dominicas de Teror.

Hace ya muchos años, en mi adolescencia, mis padres compartían  una casa de campo en el Palmar. Era la casa del verano, donde en alguna determinada época del año, sobretodo por las fiestas de la virgen del Pino, se concentraba allí toda la familia. Tengo de esa fecha gratos recuerdos: las excursiones con los primos al Picacho, a los barrancos de la zona,  a los estanques y acequias de riego, a la vaquería de Pepito, a los Castillos, ...

La casa de mi amigo Paco, una construcción antigua del lugar, ha sido tocada por la mano experta de su mujer, una arquitecto que la vió y la transformó para el disfrute de familiares y amigos. Tiene un jardín-huerto y bajo una pérgola, que ampara un falso jazmín o flor de San Diego, si sitúa el comedor al aire y también tiene la funcionalidad de  lugar de tertulia. Allí nos deleitó, con los aperitivos, el arroz caldoso del menú del día y su ameno anecdotario de las cosas de la vida que siempre provoca la risa de hasta el más triste de los mortales. No fueron menos las vivencias y chistes de nuestro amigo común Pablo. En esta ocasión no hablamos de política. La crisis económica,  la recesión y la función pública dejó paso a los temas de salud (entre los invitados teníamos a una médico experta en epidemiología) que inmprovisó, casi una consulta, para nuestras propias dolencias y dudas de salud.


Del arroz caldoso, una receta creo recordar, pillada de Alicante, me comentó Paco la singularidad culinaria de utilizar en el refrito, sin deshidratar, la ñora, variedad de pimiento dulce, secado al sol, muy típico de la zona de Murcia  y del Levante mediterráneo. Su arroz caldoso sólo quedó tintado de rojo o encarnado (expresión casi perdida en Canarias). Por lo demás, poco difiere este plato de la común paella valenciana, mas que en la casi exclusividad del bogavante, como marisco principal, y la cantidad de caldo de cocción (entre tres y cuatro por cantidad de arroz). Muy a pesar de las recomendaciones, por otra parte acertadas de la  médico presente, repetí arroz tres veces sin que por ello tuviera que lamentarlo.

La tarta de café, la preparé el día anterior. Es una receta muy sencilla y de fácil elaboración, ¡vamos de primero de carrera! La nata que utilicé fue la comercializada como Ermol, montada en frío, a la que se le va ligando, en hilillo, una lata de leche condensada. Se reserva en nevera. Se prepara un par de cafeteras grandes, se deja enfriar el café y se le añade un chorrito de licor. Para la ocasión utilicé kirsch, licor incoloro de cereza silvestre. Finalmente, el último componente de este postre es la galleta de soletilla, no otra, ya que ésta tiene la propiedad de efecto esponja que mantiene bien la humedad seca, parece un contrasentido pero en realidad evitamos que la galleta se nos ponga rala, es decir, pierda definición en su estructura.


El montaje es por capas, empezando por el fondo de la bandeja con un ligero brochazo de nata a la que iremos añadiendo, mojada en café, las galletas de soletilla. Seguimos con la nata, sellando los huecos de las galletas hasta dejarlas ocultas bajo el blanco, y así seguiremos aumentado de piso el postre hasta el punto que nos permita nuestra bandeja. Pasamos a nevera, mejor 24 horas, y antes de presentar espolvoreamos con cacao la parte superior.

Del día me quedé, con la corta, aunque muy densa y vital conversación que mantuve con mi amigo en la despedida, a la puerta de su casa, cuando el sol poniente de la tarde proyectaba la sombra del relieve de las montañas cercanas. La vida es más sencilla de lo que a veces llega a comprender el complejo mundo de las relaciones humanas. Un día como el de hoy, de grata compañía, buena comida, buena conversa y la excelente y casi equilibrada combinación de vinos y licores, no da para mucho más, ni formará parte de anales históricos, pero sin duda guarda en nuestros recuerdos, la grata sensación de que todavía somos capaces  de disfrutar con las cosas sencillas, de autoreconocernos personas en medio de la cotidianidad.