jueves, 25 de octubre de 2018

Instantáneas de de Santa Cruz de La Palma



La asistencia a un curso de elaboración de vinos me llevó a la Isla de La Palma o también llamada Isla Bonita. Este curso se imparte en la Escuela de Capacitación Agraria de los Llanos de Aridane, hermoso pueblo situado en las medianías del Noroeste de la isla. Me llama la atención en el paisaje de esta tierra  dos colores predominantes: el verde de sus bosques de la laurisilva, pinares y el de las plantaciones de plataneras, y el negro del picón de sus volcanes y magmas.

 La descripción cromática se perfecciona, si cabe, con el azul de su mar y el celeste de su cielo, y el rojo que tradicionalmentese le aplica a sus puestas de sol, e históricamente al sentir y pensar de una gran parte de sus ciudadanos.




Aproveché la mañana del lunes para pasear por su calles coloniales y admirarme una vez más de la arquitectura de sus edificios religiosos  e institucionales, así como de las muchas edificaciones privadas llenas
de encanto y colorido.

Siempre que visito esta isla lo primero que hago es darme una vuelta por su mercado municipal, como cuando me desplazo a otras grandes ciudades y pueblos. En estos templos de la alimentación y sus cafeterías y bares anexos encuentro lo mejor y la esencia del ser y forma de vivir y pensar de sus ciudadanos. Es un jugo y esencia imprescindibles para conocer mejor a un pueblo y a sus gentes, y el de La Palma, es un pueblo culto, amable, emprendedor, cariñoso, trabajador y con una agradable musicalidad en su forma de hablar que me conecta directamente con Suramérica, adónde ha sido tradicional la emigración canaria, a esas tierras de promisión y oportunidades.

Dejo testimonio, con estas instantáneas, de este paseo otoñal por una de las islas mejor conservadas del Archipiélago Canario.

martes, 23 de octubre de 2018

La octava isla: La Graciosa


 
 
 


Este es el segundo año que paso unos días de vacaciones en la Graciosa con mi hijo mayor, su mujer, mis nietos y mis consuegros, es esta isla la mayor que conforman junto a Montaña Clara, La Alegranza y los islotes del Este y Oeste, el Archipiélago Chinijo. La primera visita a la isla la hice en 1968, junto a unos amigos, siete años más tarde volví a Caleta de Sebo, principal núcleo habitable, recien casado, con Maru y su prima en una pequeña embarcación de pesca. Fue un verano lleno de actividades, en un medio casi intocado y virgen, donde la principal actividad de sus habitantes era la pesca. Fue muy fácil integrarnos entre la población participando también de sus actividades de pesca, marisqueo y, hasta incluso, organizando unos carnavales en pleno mes de agosto. Recuerdo, con especial gracia, nuestra visita a Montaña Clara, donde pernoctamos una noche en medio de los ruidos, aleteos y cantos de las pardelas, casi humanos, que nos sorprendió en pleno sueño, interrumpido por las carcajadas de nuestros amigos gracioseros, que a propósito, habían preparado tal bulla y jaleo para asustarnos.


En años posteriores, instalados regularmente en verano en Punta Mujeres, volvía a la isla  en visita de sólo un día, acompañando a otros familiares y amigos, y en todo este tiempo observé como progresivamente se estaba produciendo un cambio en las costumbres y formas de vida de sus habitantes. El sector servicios, desbancó a la pesca y empezó la entrada masiva de turistas y con ellos la venta  de casas y la construcción de hoteles y sobre todo apartamentos, acompañados de supermercados, restaurantes y bares-cafeterías El transporte marítimo (embarcaciones de recreo y transporte de viajeros)  y el terrestre  dio paso a un aumento muy significativo del parque móvil generándose nuevas rutas de visitas a las distintas playas y montañas volcánicas emblemáticas que se sitúan en un corredor norte-sur y que años atrás se hacían a pié.


La isla también mejoró en infraestructuras básicas (puerto, sanidad, educación, agua corriente, energía, electricidad y comunicaciones...), pero el deterioro medioambiental empieza a dar sus primeros síntomas de agotamiento del modelo. La presión humana ha crecido sin el debido control de sus consecuencias. Este conjunto de islas ha sido declarado Espacio Natural Protegido y Reserva Marina (1986) y Zona de especial protección para las aves (1994). La Graciosa no siempre estuvo poblada, y sus primeros asentamientos permanentes se remontan hacia el último tercio del  siglo XIX, estableciéndose allí una factoría de salazones que atrajo a sus primeros pobladores, denominándose este núcleo de pequeñas casas y almacenes "Caleta de Sebo". Un poco más tarde se constituye al noreste un nuevo asentamiento llamado Pedro Barba, también pesquero, pero con una población inferior. Con el tiempo decayó la actividad pesquera y derivó en casi una zona residencial ocupada por extranjeros y nacionales de clase media-alta. Hoy mantiene ese status, aunque muy venido a menos. Sólo en verano aumenta ligeramente sus moradores y demás visitantes que a diario traen los barcos a Caleta de Sebo, posiblemente buscando la tranquilidad que no encuentran allí. El Plan Insular de Ordenación del Territorio del Lanzarote  y su revisión parcial le asigna 4 hectáreas como urbanización turística. La mayor parte afecta a segunda residencia.
                        

Administrativamente el Archipiélago Chinijo depende del Ayuntamiento de Teguise, y del Haría gran parte del Macizo de Famara que conforma el brazo de mar o río que separa a las islas e islotes de Lanzarote.





 El PIO de Lanzarote, aprobado  por Decreto 63/199, y su revisión  mediante el Decreto 95/200 del    Gobierno de Canarias, establece     para Caleta de Sebo un máximo de 1000 plazas residenciales sobre 20 hectáreas y para Pedro Barba 120 para las mismas hectáreas apuntadas anteriormente.

El Estado tiene la propiedad del 98% de la superficie de la isla y el Ayuntamiento de Teguise dispone para la expansión de su núcleo poblacional originario 309624 m2 y 80763 m2 para el de Pedro Barba.

No era mi intención entrar en algunos detalles, históricos, administrativos y técnicos sobre  este espacio natural protegido que, aunque incompleto en mi exposición, sí me ha servido  para leer la Memoria Informativa del Plan Rector de Uso y Gestión  del Parque Natural del Archipiélago Chinijo y así contrastar mis temores sobre la continuidad del deterioro medioambiental, etnográfico arqueológico y cultural que he observado últimamente y que los redactores del Plan ya apuntaban en 2005 (fecha de redacción).


No regresé de la Graciosa contento por los avances y mejoras apuntados en el Plan, sino todo lo contrario, es decir, por constatar in situ que son pocas las cosas  realizadas por las Administraciones  intervinientes en el Parque Natural, y muy particularmente las de control y evaluación permanente de las que son responsables, como son el crecimiento y movilidad de los visitantes, el uso desmedido de vehículos destinados al transporte de viajeros, la gestión de los residuos y desechos contaminantes, el saneamiento público y los vertidos de basuras, plásticos, materiales agrícolas y de obras, ruidos, la falta de respeto a la estructura constructiva y urbanística de los dos principales núcleos poblacionales, el abandono y falta de mantenimiento de las prácticas culturales y etnográficas (aljibes, maretas, salinas, hornos de cal, vestimenta típica, carpintería de ribera, sequeros, etc....

                                             Otro apunte observado,  es la falta de una mejor ilustración, no disponible, de la labor científica, divulgativa, pedagógica y museística, que ofrece este variado y rico sistema marino, vulcanológico, endemismos, fauna, restos arqueológicos y fósiles...

En fin, la Graciosa bien vale unos días de descanso, de encuentro con la naturaleza y de convivencia con la familia y los amigos. No dejemos que esta maravilla de isla, que siempre ha sido, la manejen los especuladores de siempre y sus cómplices silenciosos.