Esta mañana retomé de nuevo mi actividad física en el Centro Insular de Deportes a donde acudo a diario a hacer Pilates y musculación. Las fiestas pasadas me hicieron remolón y la curvita de la felicidad, que dicen, comenzaba a notarse en mi perfil, después de consumir tantos azúcares en delicias de navidad y demás condumios típicos de la Noche Buena, Año Nuevo y Reyes.
El año nuevo siempre nos remueve la conciencia y nos ponemos muy reflexivos, prometiéndonos toda clase de compromisos personales, de familia y sociales para ser mejor personas, que el tiempo nos va desencantando, uno tras otro, y nos vuelve a la realidad de la fragilidad humana.
Pero no es mi intención rellenar esta entrada de moralina, culpas y justificaciones para todo, cosas que de poco nos sirven, mas que para el vago lamento que nos entretiene, pero que para nada nos sirve para situarnos, decentemente, en un lugar modesto de la carrera de la vida. Retomar y normalidad, palabras con las que titulo este post, son para mi la clave de mis renovados propósitos de año nuevo.
En primer lugar, quiero retomar mi tiempo, es decir, aquél que sólo dedico a mi persona, que me permita después compartirlo con los demás en plenitud y libertad. En segundo lugar, quiero acompañar y compartir más a mi familia, especialmente a mis hijos y nietos y a todas las personas con las que me une un especial vínculo de amor y amistad. Y en tercer lugar, situado bien en estos dos círculos, quisiera colaborar en la mejora del bienestar de todas aquellas personas que de algún modo van quedando en el camino sin destino, aportando ayuda, trabajo y ánimo para que retomen también sus propósitos, que ni son ajenos, ni distintos a los míos.
Todo esto me pasó por la cabeza mientras acudía, en el marco de un hermoso amanecer, al Centro Insular de Deportes.