A sus 87 años se mantiene fuerte como un roque. Nunca mejor dicho, parte de su vida ha tenido mucho que ver con esas estructuras monolíticas que proliferan en la geografía de Gran Canaria. Vivió largos años muy cerca del Roque Saucillo y ahora disfruta sus días, cuidando sus parrales, en su casa de los Roquetes en la Lechucilla, municipio de la Vega de San Mateo. Quedamos citados en su bodega para pisar los noventa kilos de uva tinta, con destino a transformarse en mistela. Primero se pisó, se cogió el primer mosto y, el segundo, producto de los hollejos y raspones, mas intenso, se llevó a la prensa manual hasta que se desangrara la última gota del preciado líquido. Se hizo un primer filtraje, se pasó a garrafa, se mezcló con el alcohol (en su receta un litro de alcohol por cada seis de mosto), se mexturó como dios manda y a esperar aproximadamente 40 días para su asiento. En medio haría los trasiegos que fueran necesarios hata clarificar bien el vino y la mistela se dejara ver transparente. En ese momento ya estaría disponible para beberlo. El vino dulce, a diferencia del tinto o blanco, no necesita fermentación ya que, precisamente el alcohol la neutraliza.
Sus explicaciones en la elaboración de estos caldos son seguras, muy pedagógicas y comprensibles para un iniciado como yo. Su paciencia a mi ignorancia no lo desesperaba, al revés, lo engrandecía como lo hace un discípulo a su maestro. Tras pasar el día con su familia y la ingesta de un buen plato, elaborado por su hija, de carne compuesta, y el buchito de café de la sobremesa, me fuí agradecido a Finca Mayo a preparar la vendímia de mi uva moscatel que tendría lugar días después.
Mis pocos parrales de moscatel, en esta vendimia de 2012, se han portado muy bién. Mi mano podadora tuvo en esta cosecha mucho acierto. La vecería me fué favorable y pude recoger, al peso, unos cincuenta kilos de uvas carnosas y dispuestas para repetir el proceso artesanal de elaboración de mistela que había aprendido de Pepito el del Roque. Ahora, los vinos (tinto y dulce) descansan y maduran esperando los correspondientes trasiegos para su aclarado. Pasado ese tiempo, los degustaremos en Finca Mayo, acompañados por la familia y los amigos, y disfrutando de una buena comida, que aún estará por decidir.
Sus explicaciones en la elaboración de estos caldos son seguras, muy pedagógicas y comprensibles para un iniciado como yo. Su paciencia a mi ignorancia no lo desesperaba, al revés, lo engrandecía como lo hace un discípulo a su maestro. Tras pasar el día con su familia y la ingesta de un buen plato, elaborado por su hija, de carne compuesta, y el buchito de café de la sobremesa, me fuí agradecido a Finca Mayo a preparar la vendímia de mi uva moscatel que tendría lugar días después.
Mis pocos parrales de moscatel, en esta vendimia de 2012, se han portado muy bién. Mi mano podadora tuvo en esta cosecha mucho acierto. La vecería me fué favorable y pude recoger, al peso, unos cincuenta kilos de uvas carnosas y dispuestas para repetir el proceso artesanal de elaboración de mistela que había aprendido de Pepito el del Roque. Ahora, los vinos (tinto y dulce) descansan y maduran esperando los correspondientes trasiegos para su aclarado. Pasado ese tiempo, los degustaremos en Finca Mayo, acompañados por la familia y los amigos, y disfrutando de una buena comida, que aún estará por decidir.