Hoy 1 de septiembre familiares y amigos, con emoción contenida, nos despedimos de Rafa. Ayer no se despertó al alba, quiso seguir durmiendo en su infinito sueño, en otro mundo, ajeno a la cotidianidad de quienes todavía nos hacemos las mismas preguntas que él hacía mucho tiempo ya se había contestado. Enfermó muy joven, cuando se inició la transición democrática y todos sus sueños se los quiso quedar sin que decidiera compartirlos con nadie. Fue el menor de sus hermanos (6) por lo que siempre estuvo entre mayores, en medio de sus fantasías de niño, sin apurar el tiempo, con sus perros y su piano. Jugó y disfrutó de sus autopersonajes que paseaban por Triana y Vegueta, inspirando la sonrisa más limpia y confidente de la que era capaz. Tierno, cariñoso, entrañable, a veces llevado por una extraña fuerza que lo atormentaba, iracundo con su propia tristeza y con las exigencias de un entorno competitivo y desamorado que no entendía. Cigarrillo de hombres o puro en boca era su único vicio, siempre envuelto en el humo imperceptible, lento y ascendente hasta la próxima calada que agotaba con especial suspiro.
En sus encuentros y visitas con los familiares y amistades siempre ponía la cara para el beso esperado, al mismo tiempo que preguntaba por todos, con preocupación y cierta dosis de protección que a él le faltaba. Dominaba, como nadie, los eventos familiares de fiestas, bodas, cumpleaños y parentelas. Se preocupaba constantemente por cómo le iba la vida a los demás, mientras guardaba en secreto su dolor y melancolía que, percibida por los demás, daba largas y muestras de despreocupación. Se fué con 48 años, recientemente cumplidos, en silencio, en su última residencia institucional, la de su compañero y amigo Moisés. Ya no podrá venir cada miércoles y fin de semana a casa de Mamá Marusa, ni ver a sus hermanos y sobrinos. Ya no podrá preparar los cafés a Changeles, ni ejercer de protector, ni poner la cara para el beso deseado, ni sonreir con inocencia a la extrañeza del olvido. Pero ya está, ahora desgarrados por la pena, para quienes nos quedamos, el recuerdo de Rafa no puede caer en la autocomplacencia y en el autoperdón. Sabemos que la muerte de un ser querido es también una oportunidad que la vida nos brinda para crecer y ser mejores personas. Cambiar de rumbo es posible, sólo basta desearlo. Tal vez sea este propósito el mejor homenaje que se le puede hacer al tío Rafa, al hermano, al cuñado, al último hijo deseado, al primo, al recuerdo del acompañante permanente de Papá Justo. Que el nuevo lugar de paz y sosiego que ocupas en nuestro recuerdos nos integre, una y nos prepare para lo que tenga que venir. Que descanses para siempre en la casa que habitas.