Por fin me he decidido retomar la actividad de senderismo, hasta ahora olvidada aunque siempre intensamenmte deseada y compartida, tiempo atrás, con compañeros de Menores. Con ellos empezé la campaña preparatoria para el programa de 2013, en otoño de 2012, realizando la ruta Roque Nublo-La Culata-Cruz de Timagada. Fué esta ruta un paseo otoñal, tranquilo y lleno de camaradería en la que, como era de esperar, mis despistes de orientación mas que un reproche nos despertó recuerdos de campañas anteriores y, sobretodo, mucha gracia tecnológica por aquello del GPS.
La ruta que encabeza el título de esta entrada está entre mis preferidas, y siempre que aparece un hueco de tiempo, no lo dudo, me pertrecho y tiro para la cumbre. Es un ruta corta, sin dificultad y dispuesta para disfrutarla a tope. En otoño proliferan las setas y en invierno los lomos que la caracterizan se cubren de pasto que los rebaños de ovejas mantienen a raya como el verde de un campo de futbol. Se inicia el recorrido en la cabeza de la Caldera de los Pinos de Gáldar, cráter explosivo de aproximadamente 300 metros de diámetro y 150 de fondo que se alinea con el Montañón Negro.
Los llamados Pinos de Gáldar, de los censados en 1962 (19 ejemplares, hoy reducidos a 5), son los testigos centenarios de aquellos otros que no lograron supervivir a las fases explosivas que hace miles de años afectó a esta zona noroccidental de la isla de Gran Canaria. Precisamente, en la piconera del Montañón Negro hace unos años se descubrió un trozo sepultado de tronco de pino milinario, carbonizado y fosilizado, congénere de los centenarios que aún se mantienen en pié. El pino canario antiguo (centenario) rompe su estructura cónica con el tiempo, extendiérndose en brazos robustos hacia el exterior, consiguiendo una copa de aproximadamente 25 metros, por 25 de altura y troncos de hasta 2,5 metros de diámetro. Bajando la ladera oeste del cráter nos encontramos con los pinos más veteranos del lugar, aunque los existentes no llegan a las medidas de sus predecesores ya desaparecidos.
En esta ocasión no me dejaron ir solo y mi compañía la compartí con el pequeño M y mi perro labrador Ciro. Los tres iniciamos la bajada por el muro de piedras que discurre, al inicio, paralelo a la corona izquierda del cono volcánico. Si elegimos esta opción (fué nuestro caso) llegaremos al final, casi pegado a la carretera que nos lleva a Fontanales, a un indicador de ruta que nos señala con una flecha Artenara. Giramos a la izquierda del poste, llaneando la vereda, al fondo, nos encontramos en el vértice de la hondonada en el que se encuentra unas construcciones agrícolas, remontamos por su izquierda una cuesta, la repecheamos, y nos encontramos con un cruce señalizado. Elegimos la flecha de la derecha, que nos llevará siguiendo el muro paralelo al anterior, separado por la hondonada, al Lomo y Cruz del Cabezo.
Nuestro destino terminó en la Cruz del Cabezo, allí comimos, jugamos con Ciro y sacamos fotos panorámicas de Lomo Galeote y las cuevas de Lomo del Palo. En otras ocasiones hemos seguido la cresta del Lomo del Palo y nos acercamos a Casa Fermín, en dirección Fontanales-Moya, para degustar sus quesos de flor, su potage de jaramago y su cordero o carne de cabra en salsa. El topónimo de Lomo del Palo obedece al árbol-arbusto paloblanco, especie, junto al til y barbusano, muy frecuente en los bosques de laurisilva de la Macaronesia. Pertenece a la familia oleaceae y su madera pesada y muy resistente se utilizaba en la carpinteria agrícola y naval para la fabricación y torneado de piezas de madera, como por ejemplo los fusos de los lagares. Los restos de bosques de laurisilva en Gran Canaria casi se reducen a la zona septentrional de la isla, compartiendo los municipios de Moya, Gáldar y Guía, el privilegio y, también, la responsabilidad de la sostenibilidad de estas muestras del bosque húmedo y termófilo del monteverde. Por fortuna, a excepción de las islas de Fuerteventura y Lanzarote, el resto de las islas del Archipiélago Canario, mantienen este bosque macaronésico como de intervención pública preferente. La isla de la Gomera y Madeira son un apreciado testimonio de la supervivencia de estos bosques.
Por la tarde, antes de que el sol se ocultara en Tamadaba, inicimos el camino de regreso al punto de salida. Llegamos, casi en línea recta, al segundo indicador de ruta, para subir la amplia pista en dirección a Cruz de Tejeda. A mitad de camino zigzagueamos un buen repecho de picón y nos colocamos enseguida, denuevo, en el Mirador de Los Pinos de Gáldar. Como podrán concluir la ruta tiene dos opciones: 1ª la inicialmente descrita, que funciona como una circunvalación y, una 2º lineal, que se inicia también en Pinos de Gáldar, que en su tramo inicial es el final de la primera,l y que nos sitúa la salida, también en muro de piedras, unos metros en paralelo al muro de la corona izquierda del cráter.
Fué ésta una jornada para estrenar al pequeño M en el placer del senderismo, al mismo tiempo que concienciarlo de nuestros valores paisajísticos y medioambientales, el respeto y admiración por la naturaleza y el mundo animal. Para Ciro fué una oportunidad más de plena libertad, fidelidad y aprendizaje. Para mí, la oportunidad de seguir enseñando, compartiendo conocimientos y experiencia, en el crecimiento y acompañamiento del más pequeño de la familia. Volveré a Lomo del Palo, tengo deudas pendientes de cumplir y, además, es una cura segura para quien quiera retirarse momentaneamente del mundanal ruido (Beatus ille qui procul negotiis ...) y oxigenarse con sensaciones nuevas de bienestar y paz interior. A este fin, recomierndo la lectura de los poetas romanos Horacio y Virgilio. En cualquier caso, Lomo del Palo estará alli donde uno quiera abrir su mente y dejarse empapar del sin fin de sensasiones que se produce cuando nos abandonamos a la grandeza de la madre naturaleza.
La ruta que encabeza el título de esta entrada está entre mis preferidas, y siempre que aparece un hueco de tiempo, no lo dudo, me pertrecho y tiro para la cumbre. Es un ruta corta, sin dificultad y dispuesta para disfrutarla a tope. En otoño proliferan las setas y en invierno los lomos que la caracterizan se cubren de pasto que los rebaños de ovejas mantienen a raya como el verde de un campo de futbol. Se inicia el recorrido en la cabeza de la Caldera de los Pinos de Gáldar, cráter explosivo de aproximadamente 300 metros de diámetro y 150 de fondo que se alinea con el Montañón Negro.
Los llamados Pinos de Gáldar, de los censados en 1962 (19 ejemplares, hoy reducidos a 5), son los testigos centenarios de aquellos otros que no lograron supervivir a las fases explosivas que hace miles de años afectó a esta zona noroccidental de la isla de Gran Canaria. Precisamente, en la piconera del Montañón Negro hace unos años se descubrió un trozo sepultado de tronco de pino milinario, carbonizado y fosilizado, congénere de los centenarios que aún se mantienen en pié. El pino canario antiguo (centenario) rompe su estructura cónica con el tiempo, extendiérndose en brazos robustos hacia el exterior, consiguiendo una copa de aproximadamente 25 metros, por 25 de altura y troncos de hasta 2,5 metros de diámetro. Bajando la ladera oeste del cráter nos encontramos con los pinos más veteranos del lugar, aunque los existentes no llegan a las medidas de sus predecesores ya desaparecidos.
En esta ocasión no me dejaron ir solo y mi compañía la compartí con el pequeño M y mi perro labrador Ciro. Los tres iniciamos la bajada por el muro de piedras que discurre, al inicio, paralelo a la corona izquierda del cono volcánico. Si elegimos esta opción (fué nuestro caso) llegaremos al final, casi pegado a la carretera que nos lleva a Fontanales, a un indicador de ruta que nos señala con una flecha Artenara. Giramos a la izquierda del poste, llaneando la vereda, al fondo, nos encontramos en el vértice de la hondonada en el que se encuentra unas construcciones agrícolas, remontamos por su izquierda una cuesta, la repecheamos, y nos encontramos con un cruce señalizado. Elegimos la flecha de la derecha, que nos llevará siguiendo el muro paralelo al anterior, separado por la hondonada, al Lomo y Cruz del Cabezo.
Nuestro destino terminó en la Cruz del Cabezo, allí comimos, jugamos con Ciro y sacamos fotos panorámicas de Lomo Galeote y las cuevas de Lomo del Palo. En otras ocasiones hemos seguido la cresta del Lomo del Palo y nos acercamos a Casa Fermín, en dirección Fontanales-Moya, para degustar sus quesos de flor, su potage de jaramago y su cordero o carne de cabra en salsa. El topónimo de Lomo del Palo obedece al árbol-arbusto paloblanco, especie, junto al til y barbusano, muy frecuente en los bosques de laurisilva de la Macaronesia. Pertenece a la familia oleaceae y su madera pesada y muy resistente se utilizaba en la carpinteria agrícola y naval para la fabricación y torneado de piezas de madera, como por ejemplo los fusos de los lagares. Los restos de bosques de laurisilva en Gran Canaria casi se reducen a la zona septentrional de la isla, compartiendo los municipios de Moya, Gáldar y Guía, el privilegio y, también, la responsabilidad de la sostenibilidad de estas muestras del bosque húmedo y termófilo del monteverde. Por fortuna, a excepción de las islas de Fuerteventura y Lanzarote, el resto de las islas del Archipiélago Canario, mantienen este bosque macaronésico como de intervención pública preferente. La isla de la Gomera y Madeira son un apreciado testimonio de la supervivencia de estos bosques.
Por la tarde, antes de que el sol se ocultara en Tamadaba, inicimos el camino de regreso al punto de salida. Llegamos, casi en línea recta, al segundo indicador de ruta, para subir la amplia pista en dirección a Cruz de Tejeda. A mitad de camino zigzagueamos un buen repecho de picón y nos colocamos enseguida, denuevo, en el Mirador de Los Pinos de Gáldar. Como podrán concluir la ruta tiene dos opciones: 1ª la inicialmente descrita, que funciona como una circunvalación y, una 2º lineal, que se inicia también en Pinos de Gáldar, que en su tramo inicial es el final de la primera,l y que nos sitúa la salida, también en muro de piedras, unos metros en paralelo al muro de la corona izquierda del cráter.
Fué ésta una jornada para estrenar al pequeño M en el placer del senderismo, al mismo tiempo que concienciarlo de nuestros valores paisajísticos y medioambientales, el respeto y admiración por la naturaleza y el mundo animal. Para Ciro fué una oportunidad más de plena libertad, fidelidad y aprendizaje. Para mí, la oportunidad de seguir enseñando, compartiendo conocimientos y experiencia, en el crecimiento y acompañamiento del más pequeño de la familia. Volveré a Lomo del Palo, tengo deudas pendientes de cumplir y, además, es una cura segura para quien quiera retirarse momentaneamente del mundanal ruido (Beatus ille qui procul negotiis ...) y oxigenarse con sensaciones nuevas de bienestar y paz interior. A este fin, recomierndo la lectura de los poetas romanos Horacio y Virgilio. En cualquier caso, Lomo del Palo estará alli donde uno quiera abrir su mente y dejarse empapar del sin fin de sensasiones que se produce cuando nos abandonamos a la grandeza de la madre naturaleza.